Archivo | febrero 2013

Master·evangeli.net

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Día litúrgico: Sábado II de Cuaresma

Texto del Evangelio (Lc 15,1-3.11-32): En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad (…).

»Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente (…)».

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

La cristología implícita en la «Parábola del hijo pródigo»

Hoy leemos, quizás, la más bella de las parábolas de Jesús. Tiene tres protagonistas: los dos hermanos (el hijo «pródigo» y el que se quedó en casa) y el padre bueno. Jesucristo, realmente, en aquel momento se encontraba ante dos «hermanos»: publicanos y pecadores, por un lado; fariseos y letrados, por otro. Con sus palabras, Jesús justificaba su bondad y su acogida para con los pecadores.

Más aún: Jesucristo identifica su bondad hacia los pecadores con la bondad del padre de la parábola. Con su actitud, Jesús se convierte en revelación viviente de quien Él llamaba su «Padre». ¿Cómo ha mostrado Dios su amor misericordioso por los pecadores? Haciendo morir a Cristo por nosotros «cuando todavía éramos pecadores» (Rom 5,8). Jesús no aparece explícitamente en el marco narrativo de su parábola porque vive identificándose con el Padre celestial, recalcando la actitud del Padre en la suya propia.

—Jesús, a través de la figura del Padre, te veo en el centro de esta parábola como la realización concreta del obrar paterno.

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Contemplar el Evangelio de hoy

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes II de Cuaresma

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Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

Comentario: Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)

La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido

Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y los viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).

Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueble escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.

Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).

Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.

Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.

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Día litúrgico: Viernes II de Cuaresma

Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña (…), la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon (…).Finalmente les envió a su hijo (…). Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’ (…)».

Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido (…)? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (…).

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

Actualidad de la «Parábola de la viña y sus arrendatarios»

Hoy, Jesús retoma —modificándolo— el «canto de la viña» de Isaías (5,1-7): la viña aparecía como imagen de la «esposa», Israel: aquéllos a los que Dios había mostrado el camino de la «Torá», pero que correspondieron quebrantando la Ley…

Ahora, en las palabras de Jesús, Israel está representado por los arrendatarios. La historia de la lucha de Dios —continuamente renovada— por y con Israel se muestra en una sucesión de «criados» que, por encargo del dueño, llegan para recoger la renta. El maltrato a los criados refleja la historia de los profetas, su sufrimiento… Aunque el «hijo» correrá la misma suerte, el «Amo» no abandonará a la viña: la arrendará a otros…

—¿No es ésta una descripción de nuestro presente? Declaramos que «Dios ha muerto» y, así, somos dios y la «viña» es nuestra! Empezamos a descubrir ahora las consecuencias de todo esto… Sin embargo, la muerte del «Hijo» no es la última palabra: Él es la «piedra angular» que, con su muerte y resurrección, trae un nuevo comienzo.

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Contemplar el Evangelio de hoy

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Jueves II de Cuaresma

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Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

Comentario: Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal (Sant Boi de Llobregat, Barcelona, España)

Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite

Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.

El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.

Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.

Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.

Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).

San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.

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AÑO de la FE: ¡Gracias, Benedicto XVI!

evangeli.net

Estimado/a amigo/a:

En nombre de evangeli.net deseo manifestar nuestro agradecimiento al Papa Benedicto XVI por su extensa y abnegada labor al servicio de la Iglesia: seminarista y estudiante de teología, sacerdote y profesor, perito del Concilio Vaticano II, obispo de Múnich, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, sucesor de San Pedro y, próximamente… su «particular Getsemaní» (una vida entregada completamente a la oración e intercesión por la Iglesia y por el mundo entero).

Bastantes homilías de «Contemplar el Evangelio de hoy» se han enriquecido con enseñanzas y palabras de Benedicto XVI, y nuestro servicio Master·evangeli.net se articula casi completamente con el Magisterio de quien ha asumido durante estos años —y antes también, trabajando con Juan Pablo II— la misión de confirmar en la fe a sus hermanos.

Considero que una de las principales aportaciones del Papa Ratzinger es su estudio sobre Jesucristo: quién es, y cómo podemos conocerle completa y fiablemente. A Benedicto XVI le debemos especialmente el enriquecimiento de nuestro saber acerca de Jesús de Nazaret, meditando más profundamente la Sagrada Escritura, tanto el Nuevo Testamento como, particularmente, el Antiguo (donde descubrimos muchas enseñanzas sobre el Salvador que había de venir).

He aquí una selección de servicios Master agrupados alrededor de un tema —Cristo— siguiendo las enseñanzas de un «maestro magistral» —Benedicto XVI:

El «Cristo de la fe» y el «Jesús histórico»

El Autor de la Sagrada Escritura

La Nueva Alianza mediada por Jesucristo lleva a la Antigua a su plenitud

Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre

Jesús, el «Hijo de Dios»

Jesús, Hijo «con-sustancial» de Dios

Jesús: «Un profeta como Yo»

Jesús, el «Siervo de Dios»

Jesús, el Cristo-Mesías

Jesús, el «Hijo del Hombre»

Jesús, el nuevo David

Jesús, el «nuevo Moisés»

Revelación del origen de Jesús

Jesucristo, «misterio de redención»

La oración de Jesús con el Padre

De la «Ley de Moisés» a la «Ley del Mesías»

Las parábolas son el «corazón» de la predicación de Cristo

La cristología implícita en la «Parábola del hijo pródigo»

Jesús, el «Siervo de Dios», anuncia su pasión

Jesús, el «Templo nuevo» del «nuevo Israel». Universalidad de la salvación

«Yo soy Hijo de Dios». Primeras reacciones en Jerusalén

El Sanedrín decide dar muerte a Jesús

Al comienzo de la Semana Santa (del Año de la Fe) presentaremos otra selección de temas Master cristológicos, pero centrados específicamente en los «misterios pascuales» de Jesús (pasión, muerte y resurrección).

Como sacerdote, no me resta más que suplicar oraciones por Benedicto XVI y por el Papa que le seguirá. Te saluda en nombre de todo el Equipo de evangeli.net,

Antoni Carol i Hostench, pbro.

Coordinador general de evangeli.net

***

evangeli.net: «Contemplar el Evangelio de hoy» (Evangelio + meditación) y «Master·evangeli.net» (Evangelio + teología)

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He aquí una selección de servicios Master agrupados alrededor de un tema —Cristo— siguiendo las enseñanzas de un «maestro magistral» —Benedicto XVI:

El «Cristo de la fe» y el «Jesús histórico»

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La Nueva Alianza mediada por Jesucristo lleva a la Antigua a su plenitud

Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre

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Jesús, el «nuevo Moisés»

Revelación del origen de Jesús

Jesucristo, «misterio de redención»

La oración de Jesús con el Padre

De la «Ley de Moisés» a la «Ley del Mesías»

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La cristología implícita en la «Parábola del hijo pródigo»

Jesús, el «Siervo de Dios», anuncia su pasión

Jesús, el «Templo nuevo» del «nuevo Israel». Universalidad de la salvación

«Yo soy Hijo de Dios». Primeras reacciones en Jerusalén

El Sanedrín decide dar muerte a Jesús

Al comienzo de la Semana Santa (del Año de la Fe) presentaremos otra selección de temas Master cristológicos, pero centrados específicamente en los «misterios pascuales» de Jesús (pasión, muerte y resurrección).

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Día litúrgico: Jueves II de Cuaresma

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico (…).

»Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘(…) Te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

Jesús, crucificado y resucitado, es el auténtico «Lázaro»

Hoy consideramos el final de la «Parábola del rico epulón y el pobre Lázaro». El hombre rico dice a Abraham desde el Hades lo que muchos hombres, entonces como ahora, dicen o les gustaría decir a Dios: si quieres que te creamos, entonces debes ser más claro; mándanos a alguien desde el más allá que nos pueda decir que eso es realmente así.

La petición de pruebas aparece a lo largo de todo el Evangelio. La respuesta de Abraham, así como la de Jesús, es clara: quien no crea en la palabra de la Escritura tampoco creerá a uno que venga del más allá. Las verdades supremas no pueden someterse a la evidencia empírica. Pensemos en la resurrección de Lázaro de Betania: el milagro no conduce a la fe, sino al endurecimiento.

—Jesús —crucificado a las puertas de la ciudad, expuesto a la burla— es el verdadero Lázaro enviado por el Padre: creer en Él y seguirlo es la invitación de esta parábola, que es más que una parábola.

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Contemplar el Evangelio de hoy

Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles II de Cuaresma

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Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Comentario: Rev. D. Francesc JORDANA i Soler (Mirasol, Barcelona, España)

El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor

Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.

Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.

El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).

Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.

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Día litúrgico: Miércoles II de Cuaresma

Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará (…). El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

El «sufrimiento vicario» de Cristo

Hoy, Jesús predice por tercera vez su pasión y se nos muestra como este «uno» que, obedeciendo al Padre, sufre ofreciendo la salvación a «todos». La teología reciente ha destacado la palabra «por», común a los cuatro relatos de la Eucaristía; una palabra que puede ser considerada clave no sólo de la narración de la Última Cena, sino de la figura misma de Jesucristo.

«Por» connota una «actitud pro-existencia»: el Ser de Jesús no es un vivir para sí mismo, sino para los demás; y esto no sólo como un aspecto cualquiera de su existencia, sino como aquello que le define más íntimamente. Su ser es, en cuanto ser, un «ser para».

—¡El Hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por muchos! Éste es el culto nuevo: Jesús atrae a la humanidad a su obediencia vicaria. Participar en el Cuerpo y la Sangre de Cristo significa que Él responde «por muchos» —por nosotros— y, en la Eucaristía, nos acoge entre estos «muchos».

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Contemplar el Evangelio de hoy

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Día litúrgico: Martes II de Cuaresma

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Texto del Evangelio (Mt 23,1-12): En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame «Rabbí».

»Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «Rabbí», porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie «Padre» vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar «Doctores», porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

Comentario: Pbro. Gerardo GÓMEZ (Merlo, Buenos Aires, Argentina)

Uno solo es vuestro Maestro; (…) uno solo es vuestro Padre; (…) uno solo es vuestro Doctor

Hoy, con mayor razón, debemos trabajar por nuestra salvación personal y comunitaria, como dice san Pablo, con respeto y seriedad, pues «ahora es el día de la salvación» (2Cor 6,2). El tiempo cuaresmal es una oportunidad sagrada dada por nuestro Padre para que, en una actitud de profunda conversión, revitalicemos nuestros valores personales, reconozcamos nuestros errores y nos arrepintamos de nuestros pecados, de modo que nuestra vida se vaya transformando —por la acción del Espíritu Santo— en una vida más plena y madura.

Para adecuar nuestra conducta a la del Señor Jesús es fundamental un gesto de humildad, como dice el Papa Benedicto: «Que [yo] me reconozca como lo que soy, una creatura frágil, hecha de tierra, destinada a la tierra, pero además hecha a imagen de Dios y destinada a Él».

En la época de Jesús había muchos «modelos» que oraban y actuaban para ser vistos, para ser reverenciados: pura fantasía, personajes de cartón, que no podían estimular el crecimiento y la madurez de sus vecinos. Sus actitudes y conductas no mostraban el camino que conduce a Dios: «No imitéis su conducta, porque dicen y no hacen» (Mt 23,3).

La sociedad actual también nos presenta una infinidad de modelos de conducta que abocan a una existencia vertiginosa, alocada, debilitando el sentido de trascendencia. No dejemos que esos falsos referentes nos hagan perder de vista al verdadero maestro: «Uno solo es vuestro Maestro; (…) uno solo es vuestro Padre; (…) uno solo es vuestro Doctor: Cristo» (Mt 23,8.9.10).

Aprovechemos la cuaresma para fortalecer nuestras convicciones como discípulos de Jesucristo. Tratemos de tener momentos sagrados de «desierto» donde nos reencontremos con nosotros mismos y con el verdadero modelo y maestro. Y frente a las situaciones concretas en las que muchas veces no sabemos cómo reaccionar podríamos preguntarnos: ¿qué diría Jesús?, ¿cómo actuaría Jesús?

Hay más comentarios para este Evangelio en nuestra web. Por favor, haga click aquí para verlos.

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